COPLAS AL REGRESO
DEL AMOR
I
No es la suerte, ni el azar,
el rayo que inicia el fuego
del amor,
la llama que hace brillar
los cielos y pinta, luego,
de color
cualquier posible camino
que pueda inventar el día
para dos
iniciados a un destino.
No da el azar la alegría;
la da Dios
cuando acaricia el trigal
y enciende las amapolas,
como soles,
y la espiga es madrigal
en dulce baile de olas
y arreboles,
cuando la sangre se inicia
en los ardores primeros
de embeleso
y persigue la caricia
de los labios prisioneros
en el beso,
cuando en las venas murmura
salmos de llama a la piel
y en rubores
se florece la ternura
libando en campos de miel
y fulgores.
Entonces, como embriagados
de sueños y de ilusiones,
nos vertemos
sobre los campos amados
y damos, sin restricciones,
cuanto habemos;
que en el dar sin reclamar,
en ayudar y servir
es desvelo;
en ver los ojos brillar
por el goce de sentir
está el cielo.
Eloy Sagüillo Rodríguez
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