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viernes, 26 de abril de 2013

Luis Cernuda





Cómo llenarte, soledad,
 Sino contigo misma.
 De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
 Quieto en ángulo oscuro,
 Buscaba en ti, encendida guirnalda,
 Mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
 Y en ti los vislumbraba,
 Naturales y exactos, también libres y fieles,
 A semejanza mía,
 A semejanza tuya, eterna soledad.

Fui luz serena y anhelo desbocado,
 Y en la lluvia sombría o en el sol evidente
 Quería una verdad que a ti te traicionase,
 Olvidando en mi afán
 Cómo las alas fugitivas su propia nube crean.

Y al velarse a mis ojos
 Con nubes sobre nubes de otoño desbordado
 La luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
 Te negué por bien poco;
 Por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
 Por quietas amistades de sillón y de gesto,
 Por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
 En bocas de mentira y palabras de hielo.

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
 Que yo fui,
 Que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
 Por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
 Limpios de otro deseo,
 El sol, mi dios, la noche rumorosa,
 La lluvia, intimidad de siempre,
 El bosque y su alentar pagano,
 El mar, el mar como su nombre hermoso;
 Y sobre todos ellos,
 Cuerpo oscuro y esbelto,
 Te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
 Y tú me das fuerza y debilidad
 Como al ave cansada los brazos de la piedra.

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
 Oigo sus oscuras imprecaciones,
 Contemplo sus blancas caricias;
 Y erguido desde cuna vigilante
 Soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
 Por quienes vivo, aun cuando no los vea;
 Y así, lejos de ellos,
 Ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
 Roncas y violentas como el mar, mi morada,
 Puras ante la espera de una revolución ardiente
 O rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
 Cuando toca la llora de reposo que su fuerza conquista.
 Tú, verdad solitaria,
 Transparente pasión, mi soledad de siempre,
 Eres inmenso abrazo;
 El sol, el mar,
 La oscuridad, la estepa,
 El hombre y su deseo,
 La airada muchedumbre,
 ¿Qué son sino tú misma?

Por ti, mi soledad, los busqué un día;
 En ti, mi soledad, los amo ahora.










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