Nadie alcanza la meta con un solo intento, ni perfecciona la
vida con una sola rectificación, ni alcanza altura con un solo vuelo.
Nadie camina la vida sin haber pisado en falso muchas veces.
Nadie recoge cosecha sin probar muchos sabores, enterrar
muchas semillas y abonar mucha tierra.
Nadie mira la vida sin acobardarse en muchas ocasiones, ni
se mete en el barco sin temerle a la tempestad, ni llega a puerto sin remar
muchas veces.
Nadie siente el amor sin probar sus lágrimas, ni recoge
rosas sin sentir sus espinas.
Nadie hace obras sin martillar sobre su edificio, ni cultiva
amistad sin renunciar a sí mismo.
Nadie llega a la otra orilla sin haber ido haciendo puentes
para pasar.
Nadie deja el alma lustrosa sin el pulimento diario de la
vida.
Nadie puede juzgar sin conocer primero su propia debilidad.
Nadie consigue su ideal sin haber pensado muchas veces que
perseguía un imposible.
Nadie conoce la oportunidad hasta que ésta pasa por su lado
y la deja ir.
Nadie encuentra el pozo del placer hasta caminar por la sed
del desierto.
Nadie deja de llegar, cuando se tiene la claridad de un don,
el crecimiento de su voluntad, la abundancia de la vida, el poder para
realizarse y el impulso de sí mismo.
Nadie deja de arder con fuego dentro sin antes saber lo que
es el calor de la amistad.
Nadie deja de llegar cuando de verdad se lo propone.
Si sacas todo lo que tienes y confías en ti, ¡esfuérzate!
porque…
¡¡¡Vas a llegar!!!.
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