me orientas a lejanía.
Eres compás de alegría
a mi loco sentimiento.
Eres pan y eres aliento
a mi hambre y agonía.
Eres vino de ambrosía
a mi corazón sediento.
¡Fantasía
que yo pienso!
Eres el limpio sendero
para mis plantas cansadas
que buscan las madrugadas
de amaneceres sinceros.
Eres la paz que yo espero
cuando, ya luchas pasadas,
dejen mis fuerzas gastadas
al final, donde te espero.
¡Qué agonía
de sendero!
Yo te busco, peregrino,
que me conduzcas, estrella,
hacia la meta más bella
en el final del camino.
Es ya mi paso cansino
y doliente mi querella.
Tengo el alma, toda ella,
ahogada en el desatino.
¡Cuanta ausencia
de destino!
Y cuanta turbia mirada
espiará nuestro gesto,
imaginándose el resto
de la verdad acertada.
Que nos nazca ilusionada
la dicha del amor, presto,
y la pasión, en arresto,
se nos quede encarcelada…
¡Esperanza
circulada!
¡Y qué duda! ¡qué vacío
se me crece por las venas
cuando retengo las penas
que me nacen de mi frío!.
¡Cuánta angustia hay en el río
de lágrimas en mi arena
cuando mis sueños cercenas
con tu madurez de estío!
¡Cuánta duda
al albedrío!
Si no te tengo, es la muerte.
Tu ausencia la gran cadena
que me sujeta a la pena.
El acíbar se me vierte
por la ilusión. Quiero verte
inmaculada y serena,
beso, corona, diadema
a mi lucha con la suerte.
¡Cuánta vida
habrá en la muerte!
REAMAR
(1964)
Eloy Sagüillo Rodríguez.
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