Estaba un hombre sentado en un banco de una plaza donde siempre acostumbraba
a quedarse por algún tiempo.
Se relajaba mirando los árboles al sol y al viento, las palomas en
búsqueda de alimentos, los ambulantes vendiendo baratijas, los pájaros haciendo
nidos, los niños jugando, las campanas de la iglesia repicando, viejecitos jugando a los dados y al dominó.
Súbitamente se vio rodeado por siete bultos de rostros cubiertos, y uno de ellos
le dijo:
- Nosotros somos moradores del futuro.
- Y que me vienen a decir? – pregunto él, sintiéndose incómodo.
1º – Yo soy una tormenta: un día podré llevar todo lo que posees.
2º – Yo soy el Hambre: un día podré llegar y conocerás uno de los mayores dolores que sufre el mundo.
3º – Yo soy el desempleo: un día podré visitarte y no sabrás cómo sobrevivir.
4º – Yo soy un incendio: un día podré dejarte sin techo y sin abrigo.
5º – Yo soy la melancolía: un día podré alcanzarte y perderás las ganas de vivir.
6º – Yo soy la soledad: un día podré golpear tu puerta y no tendrás compañeros para oírte o para conversar.
7º – Yo soy la vejez: cuando Yo llegue, estarás vacío, enfermo y sin metas.
De repente, como en un torbellino, los siete bultos hablaban al mismo tiempo, atropelladamente.
Poniéndose a respirar hondo, al rato fue reaccionando y, como en un pase de magia, él pudo ver los rostros de los siete bultos. El hombre, antes relajado y tranquilo, comenzó a temblar. Eran exactamente iguales a él! con decisión, dijo:
- Paren! Ustedes son ladrones de paz! Son asaltantes de mentes distraídas! Ustedes son YO mismo! Son mis pensamientos! Ustedes no viven en el futuro! Viven en mi cabeza, pero en ella soy YO quién manda!
Y prosiguió:
- Aquí aprendí con los árboles que la renovación es posible después de tener sus hojas caídas.
- Aquí aprendí con las palomas que siempre habrá más alimento que palomas hambrientas.
- Aquí aprendí con los vendedores ambulantes que el empleador no siempre es indispensable y que siempre habrá medios para sobrevivir.
- Aquí aprendí con los pájaros que, por cada nido derrumbado, nuevos nidos pueden ser construidos.
- Aquí aprendí con los niños que no es necesario ningún esfuerzo para ser feliz y querer vivir.
- Aquí aprendí con el tañir de las campanas que, por más solos que estemos, siempre habrá alguien para escucharnos.
- Y aquí aprendí con los viejitos, que es posible alcanzar las metas aunque sea venciendo en una apuesta de dados o en un juego de dominó.
Poco a poco aquellos siete bultos fueron cambiando sus pesadas expresiones y, abriendo suaves sonrisas, dijeron:
1º – Yo soy la Prosperidad.
2º – Yo soy la Abundancia.
3º – Yo soy el Progreso.
4º – Yo soy la Seguridad.
5º – Yo soy la Alegría.
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