"Padre, aunque no fueses tú mi
padre,
por ti mismo igualmente te amaría.
Porque recuerdo una invernal mañana
en la que descubriste la primera
violeta sobre la pared opuesta
a tu ventana y lo anunciaste, alegre.
Después cargaste al hombro la escalera,
saliste afuera y la apoyaste al muro.
saliste afuera y la apoyaste al muro.
Niños, tras los cristales te mirábamos.
Y me recuerdo de aquella otra vez
en que mi hermana, todavía pequeña,
seguías por la casa, amenazándola.
Mas cuando la alcanzaste, como gritaba mucho
de miedo, se ablandó tu corazón:
te viste perseguir a tu pequeña
hija y, totalmente aterrada,
vacilando la atrajiste a tu pecho
y acariciándola le diste amparo
entre tus brazos, como defendiéndola
de ese maligno que eras tú hacía poco.
Padre, aunque no fueses tú mi
padre..."
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