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jueves, 12 de septiembre de 2013

Maya Angelou




Nosotros, esta gente en un pequeño y solitario planeta
viajando a través de un espacio causal
más allá de las distantes estrellas,
cruzando el camino de soles indiferentes
hacia un destino donde todas las señales nos dicen:
Es posible e imperativo que descubramos una sorprendente e intrépida verdad.

Y cuando lleguemos a esto.

Al día de hacer la paz.
Cuando liberemos nuestros dedos
desde los puños de la hostilidad,
y permitamos al aire refrescar nuestras palmas.
Cuando las cortinas caigan en el show de odio de Minstrel,
y los rostros apesadumbrados por el desdén queden limpios.
Cuando los campos de batalla y el coliseo,
no arrebaten hijos e hijas únicas,
allá en los ensangrentados y maltratados pastos
para mentir en planes idénticos en tierras extranjeras.
Cuando los banderines ondeen con alegría.
Cuando las pancartas del mundo tiemblen
con fuerza, en la limpia y buena brisa.

Cuando lleguemos a esto.

Cuando dejemos caer los rifles de nuestros hombres,
y las niñas vistan sus muñecas con banderas de tregua,
y las minas de la muerte hayan sido removidas,
y los ancianos puedan caminar en tardes de paz.
Cuando el ritual religioso no es perfumado por el incienso de la carne quemada,
y los sueños de los niños no son maltratados con el despertar de pesadillas de abuso.

Cuando lleguemos a esto.

Entonces confesaremos que ni las Pirámides,
con sus piedras dispuestas con extraña perfección
ni los Jardines de Babilonia
colgando como belleza eternal
en nuestra memoria colectiva
ni el Gran Cañón
encendido con colores maravillosos
por los amaneceres de occidente
ni el Danubio fluyendo en su alma azulada dentro de Europa.
Ni el sagrado volcán del Monte Fuji
estrechándose hacia el sol naciente
ni el padre Amazonas ni la madre Mississipi, quienes, sin un favor,
nutren todas las criaturas de las profundidades y de las costas.
Estas no son las únicas maravillas del mundo

Cuando lleguemos a esto.

Nosotros, esta gente, en este minúsculo e inhospitalario globo,
que buscamos a diario la bomba, la espada, la daga,
y aún pedimos bajo la oscuridad por la paz.
Nosotros, esta gente en este foso de materia
en cuyas bocas permanecen palabras ariscas
que retan nuestra existencia.
Aún fuera de esas mismas bocas,
pueden emitir canciones de tan exquisita dulzura,
que el corazón titubea en su labor
y el cuerpo se aquieta en asombro.
Nosotros, esta gente, en este pequeño y cambiante planeta,
cuyas manos pueden golpear con semejante abandono,
que en un abrir y cerrar de ojos, la vida es drenada del vivo
y aún esas mismas manos pueden tocar con semejante ternura y poder curativo
que el cuello arrogante se siente feliz de hacer una reverencia
y la orgullosa espalda se regocija en agacharse.
Fuera de todo ese caos, de tal contradicción,
aprendemos que no somos demonios ni divinos

Cuando lleguemos a esto.

Nosotros, esta gente, en este incorregible e inestable cuerpo
creado en esta Tierra, de esta Tierra,
tenemos el poder de rehacer/ajustar esta Tierra.
Un clima donde cada hombre y cada mujer
puedan vivir libremente sin devoción santurrona
y sin miedo paralizante.

Cuando lleguemos a esto.

Debemos confesar que es posible para nosotros,
que somos milagrosos, la verdadera maravilla del mundo.
Eso será cuando y sólo cuando
nosotros lleguemos a eso.




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