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sábado, 6 de abril de 2019

Miguel Hernández





No admito, amigos, no quiero
ese consejo prudente.
Paciencia la suficiente,
pero no la del cordero.
Aborrezco por entero
esa clase de paciencia:
me da rabia una existencia
apoyada en el balido.
Pido más pasión y pido
más vehemencia; más vehemencia.
No puedo aceptar un daño,
aunque me llegue del rey,
ni con corazón de buey
ni con alma de rebaño.
No soy ni fiero ni huraño;
pero sé en mi corazón
que a sufrir la humillación,
el golpe y el atropello,
prefiere mi vida el sello
de la actitud del león.
No se puede ser paciente
ante nadie ni ante nada
que nos trate atropellada,
torcida y villanamente.

Miguel Hernández








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