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sábado, 14 de septiembre de 2013

LAS HUELLAS DE LA VIDA.





Dicen que conforme va pasando la vida, sus marcas quedan grabadas en nuestro rostro, en la piel y en todo nuestro cuerpo.

Hay personas que tratan de taparlas, de engañarse creyendo que un parche te devuelve a otros tiempos.

 Se niegan a que las huellas de la vida se aprecien, no solo por la edad, sino porque la vida les ha dejado muchas y profundas.

 Yo no he tenido demasiados amores, pocos, pero auténticos y sinceros.

 Recuerdo como esa primera chica me decía que le gustaba la gente que en su rostro se veía marcadas las huellas de la vida.

 Le gustaba apreciar que habían vivido, que no pasaban por la vida, sin sufrir esas marcas, porque entonces era como sino hubieran existido.

 Los rostros de las gentes del campo, con la piel quemada y arrugada, por cada cosecha, por cada temporada y por cada persona que se habían cruzado en sus vidas.

 No puedo negarlo, en mi rostro, en mi cuerpo se aprecian esas huellas y no reparo en quitarlas, sigo su ejemplo.

Hace unos días vi una foto mía de hace diez años y me sorprendí, ahora tengo muchas mas huellas de la vida que en aquella fotografía.

Dicen que tan solo algunas personas pueden llenarnos el espacio vacío de nuestra alma, con la medida perfecta del amor.

 Cada vez que una de esas personas que hasta entonces encajaban por el amor se marcha, deja de nuevo ese vacío y la huella de su ausencia marcada en nuestra piel.

 Esas son huellas, vacíos del alma que se reflejan en la piel y aunque se quiera, no hay remedio ni cirugía para taparlas.


 Las huellas de los vacíos del alma, no se rellenan, se pueden disimular, pero quedan marcadas hasta la eternidad.


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