Caminando por el parque me senté al lado de
un mendigo que estaba sentado en uno de los bancos, el más retirado, viendo dos
palomas revolotear cerca del estanque y me pareció curioso ver al hombre de
aspecto abandonado, mirar las avecillas con una sonrisa en la cara que parecía
eterna.
Me acerqué a él con la intención de preguntarle por qué estaba tan
feliz.
Quise también sentirme afortunado al conversar con él para sentirme más
orgulloso de mis bienes, porque yo era un hombre al que no le faltaba nada,
tenía mi trabajo que me producía mucho dinero, claro cómo no iba a producírmelo
trabajando tanto, tenía mis hijos a los cuales gracias a mi esfuerzo tampoco
les faltaba nada y tenían los juguetes que quisieran tener.
En fin gracias a
mis interminables horas de trabajo no les faltaba nada ni a mi esposa ni a mi
familia completa.
Me acerqué entonces al hombre y le pregunte, ¿Qué pediría
usted como deseo en su cumpleaños? Pensando yo que el hombre me contestaría que
dinero y así de paso yo darle unos billetes que tenía y hacer la obra de caridad
del año.
No saben mi asombro cuando el hombre me contestó lo siguiente con la
misma sonrisa en su rostro, que no se le había borrado y nunca se le borró:
“Amigo si pidiese algo más de lo que tengo sería muy egoísta.
Yo ya he tenido
de todo lo que necesita un hombre en la vida y más.
Vivía con mis padres y mi
hermano antes de perderlos una tarde de junio, hace mucho, conocí el amor de mi
padre y mi madre que se desvivían por darme todo el amor que les era posible
dentro de nuestras limitaciones económicas.
Al perderlos, sufrí muchísimo pero
entendí que hay otros que nunca conocieron ese amor que yo sí y me sentí mejor.
Cuando joven conocí una niña de la cual me enamoré perdidamente, un día la besé
y estalló en mí el amor hacia aquella joven tan bella que cuando luego se
marchó, mi corazón que sufría tanto, recordé ese momento y pensé que hay
personas que nunca han conocido el amor y me sentí mejor.
Un día en este parque
un niño correteando cayó al piso y comenzó a llorar, yo fui, lo ayude a
levantarse, le sequé las lágrimas con mis manos y jugué con él por unos
instantes más y aunque no era mi hijo me sentí padre, y me sentí feliz porque
pensé que muchos no han conocido ese sentimiento. Cuando siento frío y hambre
en el invierno, recuerdo la comida de mi madre y el calor de nuestra pequeña
casita y me siento mejor porque hay otros que nunca lo han sentido y tal vez no
lo sientan nunca.
Cuando consigo dos piezas de pan comparto una con otro
mendigo del camino y siento el placer que da compartir con quien lo necesita,
recuerdo que hay unos que jamás sentirán esto.
Mi querido amigo, qué más puedo
pedir a Dios o a la vida cuando lo he tenido todo, y lo más importante es que
estoy consciente de ello.
Puedo ver la vida en su más simple expresión, como
esas dos palomitas jugando, ¿qué necesitan ellas? Lo mismo que yo, nada.
Estamos agradecidos del cielo de esto, y sé que usted pronto lo estará también".
Miré hacia el suelo un segundo como perdido en la grandeza de las palabras de
aquel sabio que me había abierto los ojos en su sencillez; cuando miré a mi
lado ya no estaba, sólo las palomas y un arrepentimiento enorme de la forma en
que había vivido sin haber conocido la vida.
Jamás pensé que aquel mendigo, tal
vez un ángel enviado por el Señor, me daría el regalo más precioso que se le
puede dar a un ser humano…
¡La Humildad.!
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